AMLO y Biden: “carrera hacia arriba» y en reversa

Los Sonámbulos

Por Jesús Delgado Guerrero

En octubre de 1986, bolígrafo en ristre, el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, del partido Republicano, estaba eufórico y firmó la Ley de Reforma Fiscal que redujo la tasa impositiva marginal máxima más baja del mundo industrializado: a 28 por ciento. Varios senadores demócratas que previamente habían aprobado con entusiasmo la iniciativa estuvieron como “testigos”: Ted Kennedy, Al Gore, John Kerry y Joe Biden (sí, el nuevo Presidente de esa nación quien, casi 40 años después y frente al desastre que eso ha generado, cambió de opinión sobre la bajada de impuestos).

El episodio es citado por los economistas Emmanuel Saez (franco-estadounidense) y Gabriel Zucman (francés), en su libro “El triunfo de la injusticia, cómo los ricos evaden impuestos y cómo hacer que paguen”, mismo que comenzará a circular en español (editorial Taurus) en estos días.

Mencionan que la ley reaganiana “no fue muy popular” entre los ciudadanos, “pero es difícil exagerar el fervor que generó entre las élites políticas e intelectuales de la nación. Para ellos representó el triunfo de la razón, la victoria del bien común frente a intereses especiales y el comienzo de una nueva era de crecimiento y prosperidad”.

La obra de los investigadores prueba, primero, todo lo contrario: el verdadero triunfo fue el de la “sinrazón”, el de los intereses especiales sobre el bien común y que la nueva era de crecimiento y prosperidad lo fue sólo para el 1 por ciento de la población.

Segundo, Saez y Zucman demuestran dónde se hallan los resortes fundamentales que han impulsado la actual desigualdad mundial: una desquiciada y suicida “carrera hacia abajo” (reducción de impuestos a las grandes empresas y fortunas) mediante la estafa neoliberal y sus cuentos de hadas de la “competitividad fiscal” para atraer inversiones y generar empleos, así como el surgimiento y consolidación de paraísos fiscales.

A esto hay que sumar la aparición de una gran industria de la evasión y la elusión a escala mundial ya que si bien las Islas Bermudas y otros paraísos fiscales “son una pesadilla para el mundo”, por el contrario son “una bendición para Pricewater house Coopers» (PwC es una red de firmas presente en 157 países con más de 276 mil personas comprometidas en brindar calidad en los servicios de auditoría, impuestos y consultoría de negocios, la cual también opera en México).

En un tercer punto, del texto de los economistas se desprende que es posible ver el pasado no como el “espacio retardatario y de terror” que quieren hacer creer los partidarios de la desigualdad y el status quo, sino como una fuente de ricas lecciones que, bien aprendidas, en materia fiscal permitirían “correr hacia arriba y en reversa” para revertir brechas vergonzantes entre ricos, pobres y miserables. 

Con la firma de Reagan como telón de fondo, Saez y Zucman se preguntaron:¿Cómo llegó el gobierno de un país que durante décadas había gravado los altos ingresos al 90 por ciento a pensar, a mediados de la década de 1980, que sería preferible el 28 por ciento? (con Barack Obama estaba en 35 por ciento, pero luego Donald Trump la bajó todavía más que Reagan: a 21 por ciento el impuesto sobre sociedades).

La respuesta: una intensa retórica anti-impuestos y las ideas neoliberales a partir del canon de un “gobierno pequeño” (“el gobierno no es la solución, el gobierno es el problema”, diría el ex actor Reagan).

Pero 34 años después, vistos los nefandos saldos neoliberales, Joe Biden ya no está convencido de lo que una vez apoyó y ahora pretende llevar a los hechos su compromiso de campaña en materia de impuestos: echar para atrás la reforma de Trump y regresar al pasado, aplicando el 28 por ciento, además de aumentar “el impuesto de la renta para los salarios más altos y en el impuesto de sucesiones”. Vamos a ver si se cumple.

La promesa se queda corta pues con el 35 por ciento de Obama Estados Unidos ya estaba en problemas de desigualdad brutal, y ojalá Biden eleve más el listón porque según deslizan Saez y Zucman, Estados Unidos debe volver a ser el pionero de “la imposición cuasi-confiscatoria de los ingresos altos”, quizás el 90 por ciento que se aplicó durante la etapa del llamado Estado de Bienestar (con el concurso del gobierno y sin que los ricos fueran exterminados), observando la postura de Franklin Delano Rooselvet tras el “Crac de 1929” (de devastadoras consecuencias, como la del 2008 y la presente debido al Covid-19).

Saez y Zucman recordaron el mensaje de Rooselvet al Congreso: las tasas impositivas marginales máximas sobre la renta cuasi-confiscatorias defendidas por Estados Unidos fueron diseñadas para reducir la desigualdad, no para recaudar ingresos.

“El objetivo de la política de Roosevelt era obvio: reducir la desigualdad de ingresos antes de impuestos. Estados Unidos, durante casi medio siglo, estuvo más cerca que cualquier país democrático de imponer un ingreso máximo legal”, remarcan los economistas.

México no se cocina tan aparte aunque su desigualdad es más vetusta, pero el presidente Andrés Manuel López Obrador justo ha estado “corriendo hacia arriba”, eliminando facultades discrecionales del Poder Ejecutivo para no cobrar impuestos a las grandes firmas, concediendo también “dientes” al Sistema de Administración Tributaria (SAT) para ir por los evasores.

Pero como Biden, el lance de López Obrador todavía está muy “chato” y hay muchas evasiones; además, bien se haría en repensar una modificación sustancial a las tasas impositivas (elevarlas en casos muy específicos) y ampliar la base tributaria.

¿A dónde debe ir el dinero que se recaudaría? Bueno. La pandemia Covid-19 reveló todas las miserias en salud, educación, empleo, investigación, brecha digital, etc.

Los economistas citados proponen que “las naciones prósperas del futuro seguirán siendo las que inviertan en el éxito de todos”, no en “la deificación de una pequeña minoría de ultraricos”, y aseguran que “técnicamente no hay nada que impida elevar más los impuestos”.

Saez y Zucman dejaron abierta la puerta para iniciar la democratización de la economía, es decir, discutir lo más conveniente para los ciudadanos y sus países en materia fiscal.