De noches de fuego…

Antevasin

Paloma Cuevas R. 

Noche de fuego, primera obra de ficción de Tatiana Huezo, es una obra realmente dolorosa y tierna, con esa sublime cualidad que muestra como sello de factura la herencia latina que la abraza.  

Es muy distinto saber que se va a morir como una conclusión natural de la vida, a temer morir a cada paso de formas inimaginables como resultado de la violencia que azota a un pueblo de México cualquiera, enclavado en la sierra, donde el cultivo de la amapola deja a merced del narcotráfico a las infancias.  

Niñas a las que de manera simbólica se les cercena cualquier atisbo de feminidad, iniciando con el corte de cabello y que por medio de las lágrimas deben renunciar a ser “bonitas” para evitar estar en peligro de que “se las lleven”. 

El miedo se huele, se respira, casi puede tocarse con las manos. Se siente en el alma y se palpa por todos lados. 

Niños y niñas que trabajan y son explotados – diga lo que diga la carta magna, – que muestran manchas en la carita, producto de la desnutrición, con acceso  a una educación a medias en una escuela en grupos multigrados y en indefensión total. 

En ese contexto histórico desafortunado – los contextos históricos son “así” para los débiles, los vulnerables y los oprimidos, – crecen Ana, Paula y María, sus juegos transcurren en el campo, en las casas de los que se han ido, de los desaparecidos y en sus realidades que no cuestionan porque no conocen otras, eso es lo tremendo de la violencia, llega, se incrusta y luego se normaliza. Eso es lo terrible de la indiferencia, del cerrar los ojos. 

Un sobresalto, el ruido, un traqueteo, no atreverse a respirar. 

    “Sé que estás ahí, te vas a morir.” 

    “Sé que estás ahí…” 

¡Lotería! Llegan las cosquillas, las carcajadas, pero el miedo sigue ahí, transformado en otras cosas – dejaríamos de ser nuestro propio estereotipo, si así no fuera – lo que nos aterra, lo incierto y lo que nos duele, pierde fuerza si se le niega, si se le satiriza… 

Noche de fuego es la indiferencia social hacia el grito desgarrador de las poblaciones arrasadas por la violencia y la negligencia, es el llanto de las familias dejadas a su suerte por los que se van para conseguir “una vida mejor” y que en el proceso se olvidan de las vidas que dejan aquí – familias, mujeres, hijos e hijas incluidos, – es una denuncia de las ganas de no tener ganas de salir corriendo a cada momento y desaparecer. Vivir en bajo perfil y evitar llamar la atención. ¿Te suena familiar? Si es así, seguramente eres mujer. 

El cuerpo como un territorio político, un botín de caza y una eterna incertidumbre es posible. Atentar contra la identidad y muchas otras cosas que pueden estorbar en el intento. 

Tatiana Huezo y la certeza de que lo que no se nombra también existe, y que en su negación se vive de manera sofocante, de manera opresiva, aunque de repente decidamos sonreír. 

Un día cualquiera, de un mes cualquiera, de un año cualquiera, nada vuelve a ser igual. Se pierde la inocencia. 

Recomiendo ampliamente verla. 

 @PalomaCuevasR 

Secretaria Nacional de Cultura por RIMLA Internacional. Presea y Pergamino Leona Vicario. ​Escritor​a, Columnista, Traductora. Siempre a favor de los Derechos Humanos 

6 comentarios

  1. Suena tan conocida la historia. Que dan ganas de llorar y eso que es apenas la reseña… La violencia es permanente y naturalizada no solo en los campos y en las sierras, también en las ciudades en las calles pavimentadas y en las.oficinas de gobierno, pereciera que es parte de nosotros, un abrazo Palomita!!

  2. Excelente resumen de ésta película, yo la vi la semana pasada y es muy interesante, nos lleva a reflexionar en la realidad que viven muchas comunidades en nuestra patria, sus miedos, la amenaza en la que están a diario, sobre todo la frustración de las niñas a las que tienen que disfrazar de niños… No deje de verla en Netflix

  3. Al inicio de esta reseña dice que es una obra de ficción. Siempre asombra que la realidad la supere y cuánta tristeza que esa este tipo de obras las que inspire ésta.

    Gracias Paloma por compartir y dar voz.