Enrique Batíz y Eva Zuk

Con singular alegría

Esta, de nuevo, es parte de la entrevista que le hice a Eva María Zuk hace por lo menos 20 años. Y viene al caso, porque de sopetón y sin previo aviso, me enteré que Enrique Bátiz había dado unas lindas palabras para ella, el día en que se le hizo un homenaje en el Alcázar del Castillo de Chapultepec, la semana pasada con motivo de los 50 años de la Orquesta Sinfónica del Estado de México. Por supuesto que estuve invitada. No fui porque se me complicó la vida. Sin embargo, datos y señas me llegaron.

Cuando Enrique leyó lo que escribí de ella, la semana pasada, se alegró mucho. Me hizo saber que aún había un bonche por relatar. Tanto como recordar. Me escribió lo siguiente: Es un recuerdo maravilloso. Tiene la virtud de lo excelso en la manera de la presentación. Te felicito. Es asombroso. Ella tenía 17 años cuando la conocí y un año fuimos amigos hasta que en mayo de 1964 aceptó ser mi novia. El verano lo pasó en Caracas y yo en México. Nos reencontramos en el otoño al inicio de clases, el 25 de septiembre de 1964. Y pasó de ser novia, a pedirle que uniéramos la vida y nos casamos por lo civil en Nueva York el 26 de diciembre de 1964. Después la boda religiosa en Caracas, el 23 de septiembre de 1965. Hay toda una historia por relatar. Todavía…

Y la entrevista continúa: Eva María Zuk vive en México con su hija, cuatro gatos, dos perros, dos guardias que se alternan su cuidado y el de la casa y dos chicas de servicio. Todos ellos giran alrededor de las órdenes de una voz suavecita y mesurada. Así es ella.

                Tiene un gran estudio. En medio, su negro piano. En la pared cuelgan más de 50 reconocimientos de todo el mundo. Guardado, está el libro ‘Who is Who’, en cuya edición de 1992, se le menciona como gran pianista universal.

                Me puedo describir como una soñadora. Casi siempre estoy en mi nube.

                En un lugar especial, está una foto de Arthur Rubinstein dedicada a una niña prodigio, que a los 10 años tocaba ya con la Orquesta Sinfónica de Venezuela.

                He aprendido cosas valiosas de la gente sencilla y brillante. ¿Como mi madre? Sí, como ella.

                Tiene también recortes periodísticos que juntó su madre durante 40 años. Muestran a una Eva que desde los cuatro años tiene el don de ofrecer su música, su piano, su sensibilidad y sencillez.

                Sale una carpeta; y otra y otra… y muchos recuerdos surgen en cascada. Es como cuando Alicia abre la puerta de El país de las maravillas y empieza a construir su historia de nuevo.

                Pero también Eva convida a saberla fuerte, estable, sacando a sus hijos adelante y sola, con pulcritud en sus actos que son, más que esperanza, meta a seguir.

                Me gusta mucho la vida. Mis hijos, la música y después todo lo demás. Disfruto a la gente, la naturaleza y las expresiones más bellas del ser humano, como la literatura y las otras artes.

                Dios sí existe. Vive para demostrarnos que hay fenómenos prodigiosos que no pueden ser creación del hombre. Es el generador de los misteriosos dones del genio y del talento.

                Sonríe. Tiene el pelo corto y rubio. Y grandes ojos grises. Tiene también toda la voluntad para seguir adelante. Ella es quien es.  Y también lo sabe.

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