Pinte su raya

Las afectaciones en bienes, y en la pérdida de vidas humanas por las contingencias de los últimos días, nuevamente pusieron de relieve la urgente necesidad de regular el crecimiento de la mancha urbana o, por lo menos, de ponerle un freno.

Pocos gobiernos estatales han entendido que no es viable, ni humano, permitir que la gente se asiente sobre las laderas de los cerros, como lo hizo Alfredo Del Mazo González, quien durante su gestión gubernamental creó un programa denominado “Pinte su raya”.

En 1981, cuando asumió la gubernatura, el tema del crecimiento poblacional era una de las prioridades. En ese entonces la población de la zona conurbada mexiquense con el Distrito Federal crecía alrededor de 10 por ciento anual, lo que exigía una atención especial e inmediata.

Para controlar el crecimiento urbano y poblacional estableció, como ya señalamos, el programa “Pinte su raya”, el cual fijaba límites territoriales para el crecimiento municipal urbano en las localidades que rodeaban la capital del Estado de México, de acuerdo a su capacidad para ofrecer servicios públicos.

Las disposiciones autorizadas por la Legislatura estatal era legalmente imposible construir y asentarse fuera de esos límites.

También se establecieron límites de crecimiento urbano a los municipios y principales ciudades de la zona conurbada al entonces Distrito Federal, hoy Ciudad de México, con el fin de frenar el gran desorden urbano existente en ese momento y el crecimiento poblacional desbordado que se presentaba en toda la zona conurbada desde Naucalpan hasta Chalco.

Lamentablemente, los siguientes gobiernos, estatal y federal, ya no dieron seguimiento y vigencia a tales disposiciones y el crecimiento desbordado, tanto en la capital mexiquense como en los municipios conurbados, continuó sin límite y a gran velocidad, ocupando áreas que, en teoría, nunca debieron poblarse.

La desigualdad y contraste sociales eran evidentes. Regiones con gran riqueza y otras con gran pobreza y necesidades.
La estrategia “Pinte su raya” estableció límites bien definidos en los cerros, montes y montañas ubicados dentro de las zonas urbanas, con señalamientos precisos para impedir la construcción de viviendas arriba de esos límites.

Al paso de los años todo eso quedó en una muy buena intención.

La crisis de los años ochenta fue una limitante para que la población de bajos ingresos tuviera acceso a la adquisición de casas que ofrecían los desarrolladores habitacionales.

Y empezó la construcción en los cerros sin que nadie lo impidiera, ya que los gobiernos municipales encargados de proporcionar las licencias de uso de suelo y de construcción, se vieron rebasadas en el mejor de los casos o sus funcionarios, menores la mayoría, lo autorizarán bajo esquemas de corrupción.

Desde 1981 hasta 1984, cuando se detona la crisis económica, ningún gobierno estatal se preocupó de verdad por frenar el crecimiento de la mancha urbana en zonas de alto riesgo como la Sierra de Guadalupe, y las consecuencias ya las vimos en los últimos días. Inundaciones y deslizamiento de tierras que no sólo afectaron los patrimonios de centenas de familias, sino que derivaron en la muerte de algunas personas.

Cambiar eso requiere de mucho dinero, pero sobre todo de mucha voluntad. A ver si los políticos encuentran ambas cosas…

ASME