RESEÑA DE LIBRO| «El bribón del cura»

José Luis Trueba Lara plasma en su novela Hidalgo. La otra Historia una faceta distinta de este personaje de la Independencia de México

Relatar la vida de Miguel Hidalgo, conocido como el Padre de la Patria, no fue fácil y se complicó cuando algunos historiadores de aquella época tenían una opinión negativa de él.

Así lo consideró José Luis Trueba Lara, quien analizó diversos textos del siglo XIX, para escribir la novela Hidalgo. La otra Historia, editada por Océano.

“La primera idea para determinar cómo iba a contar la historia era cómo lo veían en su época, no cómo lo vemos actualmente.

“Revisé con más cuidado a los historiadores contemporáneos de Hidalgo y me di cuenta de algo interesantísimo, que ninguno tenía una buena opinión de él o siempre salía mal parado”, comentó.

Para Trueba Lara era trascendental quién sería el narrador y la decisión la tomó cuando leyó un texto en donde Ignacio Allende critica al sacerdote durante esta etapa de la Independencia de México.

“Uno de los problemas fue quién contaría el libro, entonces revisando los materiales me topo con un pasaje donde Allende se refiere a él como ‘el bribón del cura’”, aseguró.

“Desde ese momento supe que debía ser Allende porque esto me permitió hacer algo maravilloso, que era ver a Hidalgo en su época y con un enemigo cercano y Allende es quien lo trata de envenenar y quien lo quiere despojar del mando”.

Esta novela histórica comienza cuando las tropas de Hidalgo toman la ciudad de Guanajuato, donde el escritor narra una serie de abusos, pues lo mismo saqueaban casas o abusaban de las mujeres.

Incluso, en el texto se describen las diferencias que tenían el sacerdote y Allende, ya que no eran amigos porque por un lado el cura busca obtener dinero de los hacendados o españoles, mientras que el segundo pretendía que el movimiento insurgente ganara la guerra.

“Empecé a contar una vida donde dejaran de ser los personajes un mucho de lo que pensamos. Por ejemplo, cada vez que nos presentan a Hidalgo y Allende parece que son amigos, pero el enfrentamiento nunca lo vemos.

“No dudo que Hidalgo haya leído a los ilustrados, pero no creo que haya sido tan ilustrado como nos lo piensan, entonces eso me permitió darle un ‘jalón’ al personaje, que a veces piensa en el diablo, ángeles y el espantamuertos”, consideró.

El novelista aseguró que el cura era un caudillo, pues creía que todo lo podía; además tenía un afán religioso y una aspiración económica.

“La iglesia legitimaba esos actos (de Hidalgo), y los legitimaba según quién iba ganando y la gente lo veía como un ser maligno”, afirmó.

El caso del sacerdote fue muy especial, opinó el autor, porque diversos escritos dan cuenta de los supuestos hijos que procreó, aunque existe polémica en este tema.

“Cuando se narra un personaje hay polémica, como en el caso de Hidalgo fue su lujuria. Si nos atenemos a unas fuentes de su época, el cura ‘no dejaba a ninguna (mujer) para comadre’.

“Pero también hay otras fuentes que señalan que no tuvo hijos. Decidí que tuviera hijos e hice caso a los amores que se le atribuyen en los textos”.

Mientras que Allende también era catalogado como “enamoradizo”, ya que en varios libros de ese momento histórico se le relacionó con diversas mujeres.

Agregó que las conductas de ambos personajes al parecer se aplican actualmente.

“Lo que nos debe de sorprender es que no veamos a nuestros personajes como seres humanos, los vemos como puro ‘bronce y mármol’.

“Debido a esto estamos perpetuando tradiciones que podríamos dejar, como el machismo y el abuso de autoridad”.

El escritor consideró que cuando nos cuentan la historia oficial se olvida el significado de la guerra de Independencia, pues pareciera que fue “una epidemia de patriotismo” o una gesta heroica.

“La guerra tiene una connotación brutal, tanto en la Independencia y la Revolución, porque provoca una gran cantidad de violaciones, asesinatos, epidemias y miserias; las dos primeras bajas en la guerra son la verdad y los valores”, concluyó.

Carne de cañón

El escritor José Luis Trueba Lara consideró que en diferentes momentos de la vida política de México algunos gobernantes se han aprovechado de la población, ya sea para lograr sus objetivos políticos.

“La idea de usar al pueblo como carne de cañón es muy vieja y siempre ha sido una desgracia, como en una guerra, como pasó en la Revolución o en la Independencia.

“Da igual si pasó con Álvaro Obregón, Luis Echeverría o Andrés Manuel López Obrador”, afirmó el novelista.

Agregó que lo que menos se necesita es que surjan emancipadores o salvadores, pues lo que se requiere es una sociedad sólida, la cual debe estar organizada y participativa en asuntos de interés general.

“Si existe el pueblo y está amolado, pues el pueblo necesita un redentor, da igual el color político, eso no tiene ver con un partido ni gobierno en especial. El gobierno se legitima a partir de cuán amolado está el pueblo”.

Por otro lado, Trueba Lara explicó que los gobiernos usan los símbolos patrios para enaltecer el nacionalismo.

“Que no se nos olvide que las autoridades no son historiadoras, lo que quieren es una religión cívica.

“En una misa laica hay una serie de rituales: la bandera de México,

 y el himno nacional, lo cual está bien porque es para robustecer la nacionalidad”, dijo el escritor.

Agregó que en la historia de México lo que se enseña a la población es una especie de catecismo, ya que las autoridades pretenden justificar su pasado.

“En la religión cívica hay héroes inmaculados y villanos espantosos, pero lo que se está enseñando no es historia, es un catecismo.

“Todos los gobiernos han hecho sus catecismos para que les amarren su existencia, es decir, un gobierno se tiene que inventar un pasado que lo justifique, y ese pasado es el libro de texto”, finalizó el autor.

NEF