Tradición de piñatas en peligro

La piñata es uno de los principales elementos para las celebraciones de diciembre y una tradición para muchos mexiquenses

La fabricación de piñatas en San Mateo Ixtacalco, está en riesgo por la escasez de papel periódico, afirmó el presidente de la Asociación de Artesanos Piñateros de Cuautitlán, José Carmen Pallares Valencia, quien mencionó que actualmente les cuesta trabajo conseguir el material.  

Alan Pallares, también fabricante y vendedor de piñatas, reiteró que ya no tienen a su alcance la materia prima con tanta facilidad y para obtenerla recorren tiendas departamentales para que les vendan la propaganda atrasada que les sobra.   

Un kilogramo de papel periódico lo compran en 15 pesos, cuando antes les costaba 2.   

“Eso repercute en el precio de las piñatas, pues el material es de aproximadamente 30 pesos”, comentó Pallares.  

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Agencia MVT / Crisanta Espinosa.

Tan sólo en la zona de Cuautitlán México, hay 80 fabricantes que producen arriba de 80 mil piñatas para las fiestas decembrinas. 

Ante esta situación, destacó, buscarán hablar con personal del Instituto de Artesanos de Toluca, para que los orienten para analizar cómo pueden mantener esta tradición, porque ante la escasez de la materia prima les afecta en los costos de su producto.  

José Carmen Pallares comentó que hace 10 años les iban a dar cursos para usar nuevos materiales.  

“Unos ingenieros nos enseñarían para hacer láminas de cartón, ante la falta de periódico para fabricar nuestras piñatas”.  

Comentó que debe buscarse una alternativa, porque tiene una alta producción de piñatas, cuyos compradores provienen de Tlaxcala, Puebla, Guadalajara, Monterrey y de la Ciudad de México, así como de varios municipios del estado.   

Este problema lo enfrentan también los artesanos de este producto de Nezahualcóyotl, primer productor piñatas y Cuautitlán, que es el segundo, en la entidad mexiquense.  

Se aferran a la tradición piñatera 

José Pallares, quien tiene 65 años, dijo que la zona de San Mateo Ixtacalco era de sembradíos y por necesidad, su familia empezó a fabricar piñatas, ya que eran más de 10 integrantes y todos tuvieron que dedicarse a trabajar.  

Explicó que iniciaron elaborando las ollas de barro y que su abuelo le heredó a su padre una hectárea de terreno que utilizaban para sacar la tierra, pues era también una zona alfarera.  

Los padres de Pallares no sólo fabricaban ollas sino también platos, cazuelas, figuras, entre otras cosas más para mantener a la familia.  

Posteriormente, empezaron a moldear las ollas piñateras, los acaparadores eran los que más ganaban porque algunos tenían puestos en la Merced, en el mercado Sonora y se las llevaban para venderlas.  

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Toda esta tradición, recordó, la conservan 80 familias dedicadas a esta actividad, las cuales están asentadas en Bulevar Francisco I. Madero.   

“A toda esta calle se le ha denominado el kilómetro de la Piñata, desde 1985, en que se hizo la organización”, destacó.  

Carmen Pallares dijo que el barro era mucho trabajo y poca ganancia, además los habitantes del fraccionamiento Cebadales se empezaron a quejar por el humo y mal olor que tenía su ropa, ya que se quemaba la olla en los hornos, y se utilizaban llantas y todo lo que se tenía para alimentar el fuego.  

El gobierno estatal y federal prohibieron la manufactura del barro por ser contaminante, así que dejaron de hacerse las ollas. 

Por lo que optaron hacer las piñatas, pero de papel y la base o el recipiente lo traían de Toluca y así nada más se forraban, obligándolos a cambiar el oficio de alfarero para poder seguir subsistiendo.  

“Fue en 1988 cuando se empezaron a fabricar las piñatas de cartón, porque llegó una persona que trabajaba como payaso y para que le hiciéramos una figura similar de cartón nos lo enseñó a hacer, globos y cartón”, explicó.  

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“Empezamos con la de cartón, porque es menos peligrosa para romperla y, sobre todo, es más fácil transportarla a donde sea. Con las de barro, salían dañadas las figuras, las ollas se rompían y se tenían muchas pérdidas».  

Actualmente, de los 80 fabricantes de piñatas en Cuautitlán México, solo uno se dedica a piñatas de barro y la mayoría se dedica a las de cartón.  

Se levantan pese al Covid-19  

“En la pandemia sí disminuyó en un 50 por ciento la fabricación de las piñatas, pero afortunadamente, todos salimos adelante con esta crisis”, comentó José Carmen Pallares.  

Aseguró que este año la gente está más animada para comprar piñatas y se han vendido desde noviembre, ya llegan camionetas para llevárselas, siendo la de 7 y 5 picos las más demandadas.  

Lo que más buscan para adornar son las piñatas de 2 metros de diámetro y hay las de 5 metros de alto, para restaurantes, gasolineras y las calles.  

Resaltó que las de 40 centímetros también tienen mucha demanda.  

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Las figuras que están de moda son el Covid-19, el Hombre Araña, Capitán América, Batman, teiboleras, dinosaurios. En Navidad son las estrellas, los payasos, Santa Clos y pinos navideños.  

Cada familia de la zona fabrica unas cinco mil piñatas, cada mes, principalmente las de estrella y de estas se fabrican 2 mil grandes y pequeñas; mientras que las de más de cinco metros elaboran 200.  

Dijo que tiene la intención de hacer la piñata más grande del mundo, una estrella que mida más de 30 metros de alto; sin embargo, el puro material saldría en 50 mil pesos.  

Durante tres años consecutivos, han exportado a Inglaterra, primero con 500, luego mil 500, después mil 800, pero como les pedían enormes cantidades, ya no pudieron exportar porque les hace falta un terreno grande para almacenar la mercancía. 

Acolman, la cuna de la piñata y las posadas 

La piñata es uno de los principales elementos para las celebraciones de diciembre y que este año regresa nuevamente en la Feria Internacional de dicho objeto festivo 2021.   

Una vez que el semáforo epidemiológico por Covid-19 permite realizar actividades, las autoridades municipales organizaron el evento del pasado fin de semana.   

La diputada María del Rosario Elizalde Vázquez invitó a la población a acudir a la feria en la que además de adquirir piñatas mexicanas, podrán admirar la riqueza histórica, artística, cultural, gastronómica y artesanal del municipio. 

Acolman presume ser el lugar donde inició la tradición y elaboración, pues cuenta la historia que en el Ex Convento de San Agustín se elaboró la primera piñata con olla de barro y adornos de papel china.

En la actualidad los ejemplares van desde la tradicional estrella de 7 picos, que simboliza los pecados capitales, hasta los superhéroes o personajes públicos de moda.

Los invitados fueron Cuba, Oaxaca y Tenango de Doria, Hidalgo, quienes presentaron su gastronomía, artesanías, música, cine y literatura.

Entre los eventos destacaron la Guelaguetza, concursos de piñatas y conciertos de diferentes artistas, además de talleres y diversas actividades para los visitantes de municipios cercanos como Tecamac, Atenco, Teotihuacán y Tezoyuca.

Se adaptaron a las condiciones tras contingencia

La pandemia no detuvo la producción de piñatas en el municipio de Acolman; aún con el temor de tener poca venta, los artesanos se atrevieron a luchar por mantener la tradición que nació aquí en el siglo XVI.

Son en total 10 talleres los que preservan uno de los elementos más típicos de las celebraciones en México, cuyo símbolo es reconocido internacionalmente.

La incertidumbre generada en todos los sectores de la población tras la aparición del Covid-19, hizo dudar a las familias que se dedican a esta actividad desde hace más de 30 años, sobre si podrían o no invertir en la producción.

María de Lourdes Ortiz Zacarías, artesana del taller FRANLU, de la comunidad de San Marcos Nepantla, reconoció que fue un año muy difícil, incierto y que, por el coronavirus, tuvo que cambiar no sólo de estrategia de venta, sino también de ubicación, en la entrada al municipio por la autopista México-Pirámides.

“No sabíamos si prepararnos para la venta, pero nos atrevimos; cambiamos de ubicación para que la gente nos pudiera ver, hacer ruido y creo que funcionó”, explicó mientras trabajaba en la decoración de una pieza.

Ortiz Zacarías explicó que, aunque a su taller si llegaron algunos clientes, optó por usar un lugar estratégico donde la gente los viera y se dieran cuenta que a pesar de la pandemia seguían trabajando.

“No podemos quejarnos de las ventas, al menos una familia se para a comprar una piñata para compartir un momento de alegría, a lo mejor no en las grandes posadas, pero sí con sus seres queridos”, señaló.

Esta tradición llegó a México en el año 1586, cuando los frailes agustinos de Acolman, cerca de la zona arqueológica de Teotihuacán, recibieron la autorización del Papa Sixto V para celebrar las “misas de aguinaldo”, que más tarde se convertirían en las posadas.

Fue en esas misas que tuvieron lugar en los días previos a la Navidad que los frailes introdujeron la piñata.

La piñata original era una olla de barro, se le agregó papel de china de colores para hacerla más vistosa y representar los placeres superfluos.

Los siete picos simbolizan los pecados capitales y debían ser destruidos con los ojos vendados, con la ayuda de un palo que simboliza a la virtud terminando con las tentaciones.

Los caramelos y otras golosinas dentro de la piñata representan las riquezas del reino de los cielos, por lo tanto, la enseñanza que se acompañaba con fe y una sola virtud, podía vencer el pecado y recibir todas las recompensas del cielo.